SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Monday, January 22, 2007

UN BIBLIÓFILO BOLIVIANO

Bibliófilos y bibliófobos
Pedro Shimose
Bolivia es un país afortunado. Tiene un vicepresidente bibliófilo y un ministro de Relaciones Exteriores bibliófobo. El primero ama los libros y el segundo los detesta hasta el extremo de aconsejar no leerlos porque "la lectura es la madre de todos los males". Los bolivianos deberíamos estar orgullosos de tener un Gobierno unido en la diversidad. Esto de la diversidad significa que unos leen libros y otros no quieren leer libros. Según la prensa, el vicepresidente Álvaro García Linera posee una vasta biblioteca de 10 mil volúmenes, más o menos, y dice haber leído 960 libros en tres años de presidio por cuestiones subversivas. 960 entre tres, ¡caramba, sale un libro por día! Don Álvaro es matemático y sociólogo. Su bibliografía registra una centena de escritos, entre ellos diez libros sobre política, economía y sociología, pero ni uno sobre matemáticas. ¡Qué desperdicio! Lector compulsivo, devora todo escrito que cae en sus manos. Confiesa haber adquirido el vicio de la lectura a los trece años. A esa edad ya leía a Kant y a Engels. Según su madre, también a Nietzsche. A los quince, ya había terminado de leer los tres tomos de El Capital, de Marx, en la traducción de Wenceslao Roces (México, FCE, tres vols., 2.256 páginas). A los 15 años, este lector superdotado se había engullido 2.256 páginas de prosa compleja, difícil y erudita en datos históricos, económicos y filosóficos. Aun así, don Álvaro, a esa tierna edad, ya dominaba las doctrinas fisiocráticas de Quesnay y sus discípulos, y la teoría del valor de David Ricardo. ¡Qué desperdicio de juventud! Cuando a los demás adolescentes les preocupaba la erupción de barrillos en la cara, el cambio de voz y la revolución de la testosterona, a don Álvaro le preocupaba la revolución proletaria, el cambio social y los granitos purulentos en la cara de la burguesía. ¿Acaso don Álvaro nunca fue joven? Porque si a esa edad te zampas El Capital, no te queda tiempo ni energías para cortejar peladas, cantar boleros, jugar al fútbol y coronar reinas de la primavera. Celebro, no obstante, la bibliofilia del Vicepresidente y su prodigiosa capacidad de lectura. Don Álvaro es uno de los pocos bolivianos que pueden repetir, sin ruborizarse, el verso de Mallarmé: «La carne es triste, ¡ay!, y he leído todos los libros». Junto a este vicepresidente hiperlector y bibliófilo, comparte el poder el Ministro de Relaciones Exteriores, don David Choquehuanca Céspedes, bibliófobo aymara, enemigo declarado de los libros e impulsor de la extravagante idea de que todos los diplomáticos bolivianos aprendan aymara con carácter obligatorio. Si antes te exigían hablar inglés, ahora te exigen hablar aymara, además del español, por supuesto. ¿O no? ¿Y por qué sólo aymara y no quechua o chiquitano, itonama, mojeño, ayoreo y araona? ¿Por qué precisamente aymara? ¿Para dialogar, en aymara, con el 'hermano' Hugo Chávez? ¿Para despotricar contra el sistema? ¿Para recuperar el mar en plan "¡Que se rinda su abuela, carajo!"? ¿Para compartir la tecnología andina con la estadounidense? ¿Para divertirse con las 'oenegés'? ¿Para discutir con los españoles a todo gas? Pero nunca es tarde para adquirir el hábito de la lectura. Ahora que Cuba nos envía maestros alfabetizadores, quizás el ministro Choquehuanca cambie su bibliofobia por un amor desenfrenado a los libros. Mucho nos gustaría, a los bolivianos, que el ministro leyera, un día no lejano, a otro Choquehuanca -Mateo Choquehuanca-, aquel que pronunció, en Puno, el mejor panegírico en honor de Bolívar: "Tu gloria crecerá como las sombras cuando el sol declina". Y lo dijo en español, no en aymara, para que trascendiera los límites del ayllu y se enterara todo el mundo. De todos modos, hay que tener cojones para ser Ministro de Relaciones Exteriores y decir públicamente que no se deben leer libros. Es como ser Ministro de Defensa y decir que no se deben usar misiles tierra-aire, así sean chinos.

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