SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Wednesday, November 05, 2008

ROBERTO AMPUERO EN CHILE, SU APRETADA AGENDA IMPIDIO REUNIRSE CON LOS SOCIOS DE LA SOCIEDAD DE BIBLIOFILOS CHILENOS


Vicio privado
Roberto Ampuero “Le preguntaría a Cayetano qué opina de mí”

Un frío día alemán, el escritor chileno se juntó con un misterioso caribeño de lentes y bigotón. Hoy, tras lanzar la sexta novela protagonizada por el detective Cayetano Brulé, pasa revista a su creación y a la historia de su vida.
Martes 4 de Noviembre de 2008

Ángela Tapia F. Fotos, Manuel Herrera.Fotografías: Juan Ernesto Jaeger

ElMercurioonline.com

Desde el aeropuerto, Roberto Ampuero se fue directamente al Hotel Sheraton para entregarse por entero a la promoción de su nuevo libro: “El caso Neruda”, la última obra que ha entregado a los seguidores de su caribeño detective hacendado en los cerros de Valparaíso, Cayetano Brulé. Este escritor y periodista chileno quiso marcar un crucial capítulo en la tradición cayetanesca, mostrando cómo fue el mismísimo poeta Pablo Neruda quien dio inicio al oficio investigativo de Brulé, confiándole la misión de encontrar el paradero de su más oculto secreto… su descendencia.
“Es una cosa muy tremenda cuando un poeta, con el peso que tiene Neruda, termina un poema diciendo ‘devuélveme a mi hijo’. Él murió gradualmente, mientras morían también sus sueños políticos con la caída de Allende… Él tiene que haber pensado en eso, él tuvo que haber pensado en lo que quiso tener y no tuvo, porque lo tuvo todo, pero ¡eso!, lo que yo sospecho era lo más valioso para él, no lo tuvo… Se piensa que hay cosas más importantes de Neruda, como la cuestión política y la poesía, pero se ha prestado poca atención a que haya querido tener un hijo, o que le gustaban las novelas policiales, cuando es ahí donde esta la vida. Ése es el ser humano”, dice Ampuero acerca de esta sexta aventura que lanza de una serie que comenzó en 1993, cuando Cayetano fue presentado en sociedad al ganar “¿Quién mató a Cristián Kustermann?” el Premio Revista de Libros. Pero aunque la agenda esté apretada con la promoción de su novela y a pesar de que poco se vislumbra la hora del descanso, Roberto Ampuero conserva la calma y no deja ver en él nada que denote cansancio, menos aún cuando habla de ese hombre de bigote frondoso y anteojos poto de botella, que entre glorias y penas desenreda casos, viaja por el mundo y reflexiona en los lugares más emblemáticos del puerto principal.
-Como periodista que eres, ¿qué le preguntarías a Cayetano si lo tuvieras que entrevistar?
“(Ríe) Que qué opina de mí. Hace un tiempo dijo que yo me aprovechaba de sus casos para hacer dinero a costa de él y me pidió que le mejorara el nivel de vida, que le cambiara el vehículo que tiene, que le permitiera disfrutar más de la vida, porque siempre lo tenía al 3 y al 4”.
-¿Hay alguien en especial que te haya servido de inspiración para crear a Brulé?
“Sí, espiritualmente, anímicamente y culturalmente tiene que ver con estas almas latinoamericanas. Cuando yo era chico pensaba que todos los latinoamericanos eran lo mismo, pero después, cuando me tocó viajar por América Latina, y viví en Cuba, me di cuenta de lo diferentes que somos. Este personaje no podía tener todas las almas, pero me interesaba que tuviera dos polos: el nuestro, del cono sur, y el caribeño que yo había conocido. Por eso es cubano, pero hacendado en Chile. Es capaz de moverse por todo el mundo, por el Caribe y por el frío sur. Es una inspiración del tipo cultural”.
Historial
Para ver entrevistas anteriores, linkea Vicio privado, arriba de esta página.
-¿Y físicamente?
“Un día (en Alemania), antes de conocer a mi mujer, me llamó alguien con un tono caribeño y me dijo, muy misterioso, que tenía que reunirse conmigo, que era urgente. Frente al parlamento alemán, en un café, lo esperé. Estaba nevando, era pleno invierno. Entonces, de pronto llegó este personaje vestido de terno blanco -¡Y esta nevando! ¡Nevando!- mocasines claros y una corbata llena de flores. Se me acercó y era el hombre que me había llamado. Era un personaje increíble, un periodista venezolano, de una provincia. Él siempre había soñado con ir a Europa y se había conseguido en un momento que el diario donde trabajaba lo mandara hasta allá para ser corresponsal. Era un hombre como Cayetano físicamente: bigotón, con sus anteojos y toda la cosa”.
-¿Y por qué quería juntarse contigo?
“Porque no le pagaban hacía meses. No tenía con qué vivir, comer, ni pagar cuentas, nada. Entonces, lo que estaba pidiendo era que yo lo pusiera en contacto con otros corresponsales latinoamericanos que lo ayudaran, por lo menos, a devolverse a Venezuela. Era una situación difícil… Me acuerdo que yo lo vi tan mal, que le dije: Bueno, por favor, déjame invitarte un café. Le sirvieron un café, me acuerdo, con una galletita, y se la comió (hace como que come discretamente). Pero me fascinó porque era un tipo muy digno y guardaba sus distancias. “Entonces, yo le dije: Mira, yo voy a buscar, pero por favor, llévate mi abrigo. Si vas por la nieve con esos zapatos te vas a morir aquí, vas a terminar en un hospital y no vas a poder pagarlo. Ahí quedamos en encontrarnos, más adelante, con un grupo de periodistas latinoamericanos, pero él se fue con mi abrigo y nunca más lo vi… Parece que al final pudo irse de vuelta a Venezuela, o, tal vez, vendió el abrigo, que por cierto era el mejor abrigo que he tenido en mi vida. Pero yo me quedé con esa imagen y cuando empecé a crear a Cayetano Brulé la usé y lo trasformé en el Cayetano que se mueve entre el Caribe y el cono sur y que viaja por el mundo”.
-¿Nunca más supiste de él?
“Años después, supe que este señor murió. Me lo dijo el director del Diario El Nacional, de Caracas. Me dijo: Él estaba plenamente consciente de que era un personaje en las novelas tuyas. Se sentía muy honrado y, bueno, quería decirte eso. Fue la última vez que se puso en contacto conmigo este director.
-¿Cuánta vida ha cobrado en tu propia vida Cayetano Brulé?
“(Se ríe) Yo habría escrito la primera obra de Cayetano y me invitaron a la Feria Internacional del Libro, en Miami… Fue la primera a la que fui. Estábamos metidos en el Hyatt con mi mujer, en el piso 30; nos habían ido a buscar al aeropuerto y toda la historia. Y yo, de repente, le digo: ¿Te has dado cuenta que la invitación a la Feria, este hotel y lo que estamos comiendo, es gracias a un personaje que no existe? Es impresionante… Esta gira por varios países latinoamericanos se debe a él, que no existe, pero sí lo hace en el fondo, si no, no estaría aquí. Así ha comenzado a tener una consistencia en mi vida”.
-¿La gente te pregunta mucho por él?
“Yo tengo un (perfil en) Facebook y muchas gente me escribe de Cayetano y en Valparaíso tengo varios lectores que, incluso, han escrito a El Mercurio, diciendo que lo han visto… Lo describieron con su bigote y los lentes y dijeron que no sabían si era alguien que era así o si había leído a Cayetano y le gustaba vestirse como él para salir a la calle. Entonces, El Mercurio de Valparaíso empezó a buscarlo…”.
-¿Y? ¿Qué crees tú?
“Existe, porque, cuando hay una saga y el personaje vuelve y vuelve, crece, y la gente empieza a preguntar por él. Entonces, pasa esto de que en el restaurant La Cuisine puedas pedir los champiñones rellenos a la Cayetano Brulé, que en Valparaíso pidan que le pongan a una calle su nombre… Empieza a existir, pero la gente se cuida diciendo: No, yo sé que es un personaje de ficción. Pero yo digo, ¿Y si se muriera en una próxima novela? ¿Cuál sería la reacción de la gente?”
-Algunos no te lo perdonarían
“A mí me interesa mucho el tema de que Cayetano, con cada novela que pasa, va envejeciendo y, en cierta medida, lo va haciendo junto conmigo. Eso me parece un elemento que lo hace un ser vivo… Su conciencia de que va envejeciendo, su conciencia de que existe la muerte, aunque en una etapa inicial de la vida uno no piensa mucho en eso, porque la muerte es más bien un accidente trágico y no una cosa normal que tenga que aparecer a cierta edad”.

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