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Editor: Neville Blanc

Monday, May 24, 2010

NUESTROS SOCIOS OPINAN: ROBERTO AMPUERO




Roberto Ampuero
El Mercurio Jueves 20 de Mayo de 2010
Gabriela, María Luisa e Isabel

Se acerca nuevamente la fecha en que se otorga el Premio Nacional de Literatura. Esta vez corresponde a la prosa. Abundan los candidatos, algunos con lobby poderoso en el mundo académico y la crítica de libros, otros que corren como por fuera, más bien “apenas” con el crucial y masivo respaldo de lectores chilenos y extranjeros. Si me preguntan quién es mi candidato, respondo, como desde hace años, que es la novelista Isabel Allende, la más universal de los chilenos.

¿Disponemos acaso de novelista más universal que ella? ¿Existen acaso tres escritores vivos en el mundo más leídos que la autora de “La casa de los espíritus”? ¿Goza otro escritor nuestro de más lectores y reconocimiento internacional que Isabel? Cuando apoyo desde el extranjero su nombre, la gente, sorprendida, me pregunta: ¿Y es que aún no le entregan el galardón a Isabel Allende? ¿Qué esperan? La noticia, además, daría la vuelta al mundo entero, y por un tiempo la escritora nos pondría de nuevo en el mapa con noticias gratas.

Isabel se merece la distinción por la indiscutible calidad de su obra, su enorme prestigio como novelista, su influencia mundial, y también —¿por qué no?— por su compromiso con Chile. Ella no sólo escribe, se ocupa de promover sus libros y conversar con sus lectores, sino que lleva también a Chile en el corazón, algo que revela su generosa obra filantrópica. ¿Pesan factores extraliterarios a la hora de decidir el premio? Aunque no debiera, sí pesan, y por esto menciono ese aspecto. También en este terreno Isabel es ejemplar: no sólo habla sobre pobreza, también la combate. Es una embajadora natural del país.

Deseo añadir algo más sobre este premio: es hora de volver a entregarlo en forma anual —siempre alternado entre prosa y poesía—, tal como ocurría antes de que Salvador Allende lo convirtiera en una distinción cada dos años, lo que para un autor “en la quemada” se tornan cuatro. También es importante que el premio no se siga dando, como ha ocurrido, como ayuda a artistas en aprietos económicos, ni como jubilación a artistas en edad avanzada. A Isabel no se la galardona porque tiene demasiado éxito; a Roberto Bolaño no se lo premió porque era “demasiado joven”, pero al final colegas mayores lo sobrevivieron con el premio en la mano. Un galardón como subvención social excluye a otros exitosos de este juego: Ariel Dorfman, Marcela Serrano, Antonio Skármeta o Luis Sepúlveda.

Insisto: el Premio Nacional debe volver a posar sus ojos sobre las escritoras. Desde 1942, cuando fue otorgado por primera vez, sólo tres mujeres lo han ganado: Gabriela Mistral en 1951, Marta Brunet en 1961, y Marcela Paz en 1982. Gabriela lo recibió seis años después del Nobel, María Luisa Bombal nunca lo obtuvo. En un país donde las mujeres son quienes más leen, un Club de Tobi monopoliza desde su inicio el galardón según criterios que huelen a veces a machismo y política, poco a literatura. Es hora de que soplen aires nuevos, pero no como dádiva a escritoras, sino como el justo reconocimiento que se merecen. Hay que pensar en forma amplia, desprejuiciada y tolerante. No podemos discriminar a Isabel como discriminamos a Gabriela y María Luisa.

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